MARGOT LOYOLA - BIOGRAFÍA - Primera parte
MARGOT LOYOLA.-
Margot Loyola es, junto a Violeta Parra, una de las dos grandes maestras del folclor
chileno. Dedicada a la investigación y la enseñanza, contribuyó a renovar esa música al
impulsar el trabajo de campo en los grupos de proyección folclórica de los años '50,
difundió y estudió estas tradiciones en Europa y América y es la única folclorista que ha
ganado el Premio Nacional de Arte, reconocimiento que recibió en 1994.
Sus padres fueron Recaredo Loyola, bombero y comerciante, y Ana María Palacios, hija de un
farmacéutico de Linares. Margot Loyola trajo la música en los genes cuando nació en esa
ciudad el 15 de septiembre de 1918. Su madre, aficionada a la música y la pintura, cantaba y
tocaba guitarra y piano. Y su padre, aficionado a la juerga, era un aventurero. Mientras
ella le hizo tomar clases de piano, él la llevó al circo y la ópera, donde la niña se
deslumbró a los nueve años con el oficio de cantante.
‘‘Mi padre era un personaje. Inquieto, compraba y vendía propiedades en los alrededores de
Linares, así que estábamos un tiempo en el pueblo y otro en los campos. De este modo
recorrimos toda la zona. Mis primeros recuerdos son los caminos, los árboles, la música de
la naturaleza y del silencio’’, recuerda Margot Loyola en un diálogo con el investigador
Agustín Ruiz. Igualmente tempranas son sus impresiones de las cantoras de tonadas con arpa y
guitarra de San Antonio que visitaba con su madre.
La familia se disgregó cuando ella tenía diez años. Los cuatro hermanos, Margot, Estela,
Juan Recaredo y Marco Aurelio Loyola, vivieron con el padre en Santiago mientras su madre
empezaba a trabajar en farmacias de la ciudad: en la Plaza del Roto Chileno, en Curacaví y
más tarde en Recoleta. Margot Loyola vivió en esos vecindarios, jugó en esa plaza, creció en
San Pablo y en Curacaví. Vivía en el barrio de Cumming cuando cursó el sexto año de
preparatoria en la Escuela 21 de la misma calle y se presentó por primera vez en un teatro,
el O’Higgins, de Cumming con San Pablo. Cantaba canciones en boga como ‘‘La bella
condesita’’, ‘‘Fumando espero’’ o ‘‘Nelly’’ y no tenía más de trece años.
Las Hermanas Loyola
A comienzos de los años '30 Estela y Margot Loyola empezaron a cantar juntas en lo que la
hermana mayor llama la ‘‘trasbotica’’: el cuarto interior de la farmacia de Curacaví, que
fue la sala de ensayo donde la madre les enseñó a cantar a dos voces y a tocar guitarra y
piano.
El primer escenario del dúo fue el teatro de Curacaví, según recuerda Margot. Hacia 1933
ganaron un concurso en la Radio Del Pacífico, cuyo director artístico era el compositor
Donato Román Heitman. Tenían trece y catorce años. En la época imperaban Los Cuatro Huasos,
Las Hermanas Orellana y las obras costumbristas de Antonio Acevedo Hernández, y Las Hermanas
Loyola actuaban ataviadas con trajes floreados y cantaban tonadas tradicionales aprendidas
de su madre como ‘‘El imposible’’, además de ‘‘Peritas de agua’’, el villancico ‘‘Yo vengo
del Colliguay’’ y la refalosa ‘‘Diablito de Talamí’’.
Margot dejó en 1935 la Escuela Normal para dedicarse al folclor. Estudiaba danza con
Cristina Ventura y, además del dúo, tomó sus primeras lecciones de piano con Flora Guerra,
se presentó al Conservatorio Nacional de Música ante Rosita Renard y estudió con Elisa Gayán
desde 1936 por siete años. Tocaba en piano en bailes y las hermanas eran además discípulas
de la cantante lírica Blanca Hauser.
En el mismo 1936, en el Conservatorio, Margot Loyola conoció a la poeta Cristina Miranda e
hizo con ella sus primeros viajes de recopilación a pueblos cercanos a Santiago. Conoció a
las cantoras Anita Cantillana en Alhué, Purísima Martínez en Pomaire y las hermanas Bermúdez
en Colliguay, y recorrió Rari, Cantentoa, Quinchamalí y Caleu. Parte de ese repertorio fue
recreado por Las Hermanas Loyola en teatros y universidades, pero también en chinganas y
rodeos como los de Pichidegua, Rancagua, Osorno, San Javier, Parral y Linares y San
Fernando, donde Margot Loyola se formó como bailarina de cueca.
En 1940 la madre compró la farmacia Venus, en la esquina de las calles Santos Dumont y
Recoleta en la capital: el mismo barrio de Los Cuatro Hermanos Silva. Conocieron a músicos
como Carlos Mondaca, de Los Cuatro Huasos, o a los escritores Mariano Latorre y Antonio
Acevedo Hernández, quien les dedicó un primer artículo en la prensa. Y las oyó el musicólogo
Carlos Isamitt, quien las invitó al Instituto de Investigaciones Folklóricas de la
Universidad de Chile, donde Margot Loyola conoció a estudiosos como Eugenio Pereira Salas,
Carlos Lavín y Pablo Garrido. El dúo grabó en la colección de diez discos Aires
tradicionales y folklóricos de Chile (1944) junto a Las Hermanas Acuña, a Elena Moreno y
otros cultores sureños reunidos por Isamitt, y actuaron en giras nacionales programadas por
el Instituto. Pero en 1950 Estela Loyola abandonó la música y el dúo terminó. En adelante
Margot Loyola seguiría sola.
La escuela y los viajes
En 1949, tras verla bailar una cueca, el rector de la Universidad de Chile, Juvenal
Hernández, invitó a Margot Loyola a dictar las anuales Escuelas de Temporada: cursos
intensivos de un mes de duración que mantuvo hasta 1963 y fueron la cuna de grupos como
Cuncumén y Millaray y, por extensión, de los ballets folclóricos Loncurahue, Pucará y
Aucamán, precedente del actual Bafona.
La folclorista compartió quehaceres con Oreste Plath, también profesor de esos cursos, y
trabajó en ellos con Matilde Baeza, profesora de guitarra y canto y bailarina de cuna
campesina. Las Escuelas tuvieron otro efecto al extenderse por Chile: le permitieron iniciar
su investigación más sistemática. En 1952 Margot Loyola fue a Iquique, La Tirana y Andacollo
a estudiar la danza ritual nortina con Rogelia Pérez y el grupo Morenos de Cavancha, y se
vinculó a Rapa Nui con el arqueólogo Roberto Montandón.
En 1951 había hecho su primer viaje fuera de Chile. Partió en tren a Argentina con una carta
de Oreste Plath dirigida a la escritora Marta Brunet, agregada cultural de la embajada
chilena en ese país. Conoció a estudiosos argentinos del folclor como Carlos Vega y Antonio
Barceló. En Montevideo, Uruguay, tomó contacto con los investigadores Sofía Arsarello y
Lauro Ayestarán, y en 1952 llegó a Lima para hacer un estudio comparado entre la resbalosa y
la marinera peruanas con la refalosa y la cueca chilenas.
Allí recibió ayuda de Vicente Bianchi para dar recitales, estudió con Porfirio Vásquez,
patriarca de la música afroperuana, fue a Cuzco y Macchu Pichu y conoció al escritor José
María Arguedas, quien la introdujo en la cultura indígena y le dedicó un afectuoso
comentario. ‘‘Margot Loyola, como buena folklorista, está aprendiendo el huayno con los
serranos, escuchándolos, tratándolos, acercándose amorosamente a ellos’’, escribió.
‘‘Desearíamos para la música peruana muchos ejemplos semejantes’’.
Vendrían viajes mayores. Entre 1956 y 1958, un año después de la primera gira europea de
Violeta Parra, Margot Loyola viajó a Francia, Polonia, España, Rumania, Unión Soviética y
Checoslovaquia. Compró su primera grabadora en ese viaje. En París estuvo seis meses y se
reencontró en 1956 con Violeta Parra, que cantaba en la boite L’Escale: allí la reemplazó
por dos noches. Se habían conocido a comienzos de los años '50 en una fonda en la que Parra
actuaba en la Quinta Normal, y Margot la había invitado a las Escuelas de Temporada. Su
amistad había derivado en un trato de comadres.
‘‘Nos aveníamos mucho en lo humano, porque al igual que yo, era una mujer llena de dudas y
angustias. ¡Nos unieron cosas tan dolorosas! Yo fui madrina de su última hijita (Rosita
Clara Arce), que muere cuando ella tiene que viajar a Europa’’, explica Margot Loyola en su
diálogo con Agustín Ruiz. En 1961 hizo una nueva gira a Europa, junto a Cuncumén, por
Bulgaria, Rumania, Polonia y Unión Soviética. A su regreso cantó con Los Chalchaleros y
Ariel Ramírez en los teatros Astor y Windsor. Ya había hallado en 1958 a su compañero de
vida en uno de sus alumnos, el folclorista Osvaldo Cádiz.